Su voz, su llamada, alteraron aún más mi conciencia. Necesitaba hablar con alguien y solo Carmen sería capaz de decirme lo que debía hacer sin pedirme demasiados detalles. Cogí el auricular, marqué su número y a los pocos tonos, ella respondió.
– Carmen, me acaba de llamar Laura. Quiere verme esta tarde. ¿Qué hago? ¿Qué digo?
– Tranquila, niña. Solo sé sincera. Cuéntale cómo te sientes, lo que me dijiste a mí. Ya verás como irá bien.
– No sé – estaba desconcertada-, me va a mandar a la mierda.
– Te ha llamado ella, eso es porque quiere hablar contigo.
– Pensaba que tú le habías dado mi número.
– Técnicamente sí, pero porque me lo pidieron. Espero que no te importe.
– No, en absoluto – me sentía muy agradecida por el comportamiento de mi amiga estos dos últimos días.
La conversación terminó con todas las palabras de aliento que Carmen pudo regalarme. Ya había pasado una hora, y faltaba otra para nuestra cita. No sabía qué ponerme, pero si quería ser sincera, debía empezar por mi vestimenta, ser yo en cada centímetro de mi piel.
Me disponía a salir de casa, cuando sonó el timbre. Al abrir la puerta una horrorosa figura neutralizó mi visión. Era mi vecina de abajo. Seguro que quería quejarse del ruido que hacía, de haber puesto la lavadora un día, de que me oía respirar. Esta mujer siempre sabía sacarme de quicio.
– ¡Me estás mojando el piso! –gritó enfurecida.
– ¿Cómo? –aquello era nuevo.
– Sí, que tienes una fuga o algo. ¿No te has dado cuenta, niña estúpida?
– Pues mire usted, no –me estaba cabreando.
– Pues tus pies sí que lo notan, porque están empapados.
Bajé la cabeza y resultó ser cierto. Todo mi piso estaba lleno de agua.
– Ahora llamo al seguro –y cerré la puerta.
Lo que me faltaba. Recorrí la casa buscando algún tipo de géiser que hubiera provocado que la costa llegara a mi salón. No veía nada rara, hasta que recordé lo que hacía antes de la llamada de Laura. Mierda, me he dejado el grifo abierto. Corrí a cerrarlo, pero el daño ya estaba hecho. Aquello iba de mal en peor, y yo sin peces exóticos para decorar mi suelo de madera.
Llamé al seguro, vendrían al día siguiente. Joder, si yo pagaba al día siguiente bien que me tocaban los huevos. Iba a ponerme a quitar agua, pero Laura ya debía estar sentada en su mesa, esperando, como la primera vez que le vi, la diferencia era que esta vez yo sería su compañía. Tenía que llamarla. Jugueteé unos segundos con el móvil, y pude localizar su teléfono, espero que respondiera.
– ¿Yoli? ¿Sabes que llegas tarde?
– Sí, lo sé. Lo siento, no voy a poder ir.
– Vale. No esperaba menos de ti –estaba ansiosa por colgarme.
– En serio. Se me ha inundado la casa. Me dejé un grifo abierto y ahora tengo que limpiar.
– ¿De verdad se te ha llenado la casa de agua? No te creo.
– Pues ven a verlo, joder –no sé por qué hablé así, pero mis nervios no estaban para seguir disculpándome.
– Vale, dame la dirección.
Estaba claro que no se creía ni una palabra y dudaba que apareciera, pero en ese momento tenía otras preocupaciones. Encima había sido culpa suya que mi casa pareciera una pecera, que mi vecina pensara que soy más idiota de lo razonable y que tuviera que limpiar hasta el descansillo. Me cambié de ropa, un pantalón corto, una camiseta vieja, una coleta mal hecha y unas chanclas me ayudarían en la ardua tarea que tenía por delante.
Recogí todo el agua de la zonas comunes. Cogí la fregona, pero tenía que salvar los cables, antes de que aquello fuera un arma macro-silla eléctrica. Estaba embebida en mis pensamientos, en mi propia estupidez, cuando una voz se alzó desde la puerta del salón.
– Anda, déjame un atuendo tan bonito como el tuyo, que te ayudo.
Lo que me faltaba, Laura sí que había venido y yo no sabía si enfadarme o agradecérselo. Estaba claro que no confiaba en mí, pero me echaría una mano, que falta me hacía.
– Espero que no te importe que entrara así. La puerta estaba abierta.
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¿Ves? Esto es escribir… lo mío es soltar tonterías sin pensar. Mi técnica es dejar la mente en blanco, los ojos en blanco (superguapa yo en ese momento de trance) y ponerme a teclear hasta que despierto. Aquí se ve que hay musas y todo.
Saludos
Esto solo es fruto de irme a vivir a un pueblo. A mí me hace mucha gracia lo que escribes, hasta cuando tocas un tema serio, como el post anterior, siempre pones un toque de humor.
Un beso.
P.D: seguro que estás divina con los ojos en blanco.