Olvidando la vida. Capítulo 31

Tenía a aquella mujer preciosa, desnuda sobre mí, compartiendo su calor conmigo, y ni con esas sentí excitación, sus palabras estaban cubriendo muchos huecos que tenía vacíos.
«…Me hiciste ir contigo, a casa de tus padres. Ya había estado allí, pero como tu amiga o tu compañera de piso. Tu madre había salido a hacer unos recados, y tu padre estaba viendo la tele. Te plantaste frente a él y le dijiste: me da igual lo que opines, soy la misma persona, pero quiero que sepas que estoy enamorada de esta mujer, que pienso casarme con ella, y que me da exactamente igual lo que opine el mundo. Tu padre te miró sin saber cómo reaccionar, se levantó y te abrazó. No dijo nada. Permanecimos unos minutos en silencio, y apareció tu hermana gritando: ¡ya lo sabía, ya lo sabía! Sin que diera tiempo a que le dijeras nada, llegó tu madre, ya sabes cómo es, y lo alteró todo. Tu padre empezó a emitir gemidos, tu madre nos arrastraba a la cocina para que viéramos lo que había preparado de comer, tu hermana comenzó a gritar. Cuando regresamos al salón, tu padre estaba en el suelo, con la mano en el pecho, y tu hermana le daba tortazos. Tú la apartaste y yo comencé a realizarle una RCP. La ambulancia tardó un siglo, pero hubiera dado lo mismo, él ya estaba muerto, yo lo sabía, pero no quise decirte nada, no fui capaz.
Pasaste un par de meses muy rara, no querías verme. Nos cruzábamos por casa como si no nos conociéramos. Pensé que darte tu espacio sería bueno, y más cuando tu hermana no dejaba de culparte del infarto.
Estabas cada día más rara, me hablabas con desprecio, pero me daba igual, yo quería estar a tu lado. El día de tu cumpleaños, salí antes del trabajo, tenía turno de tarde, y me volví loca para que alguien me supliera. Te había comprado un bolso que deseabas desde hacía años. Creí que eso haría que las cosas volvieran a su cauce, que haríamos el amor como aquella primera vez, que recordarías lo que me querías, pero, en vez de eso, te encontré con Judith en la cama. Me dolió tanto…»
Continué escuchando su historia, aunque miles de preguntas me bombardeaban la cabeza, tenía miedo de que dejara de contarme qué fue lo que pasó.
«… En vez de disculparte, de intentar consolarme, me dijiste que cerrara la puerta y no invadiera tu intimidad. Y eso fue lo que hice. Me fui al salón sabiendo que tú estabas tirándote a otra en nuestra cama. Judith se marchó, y yo continué sentada en el sofá, esperando a que vinieras a darme una explicación que nunca llegó. Fui al dormitorio, y estabas al teléfono, quedando con otra. Me cabreé, cogí el auricular, y lo colgué. Tú empezaste a gritarme, y yo a ti. La discusión duró horas, y no saqué nada en claro, salvo que esa no era la primera vez que te tirabas a otra, que llevabas meses haciéndolo.
Al final, dejó de importarme todo, te odiaba, pero ahí no terminó la cosa. La casa estaba a tu nombre, porque yo tenía la de mis padres, y desgravaba más si la poníamos como primera vivienda. Me echaste. No me dejaste ni recoger mis cosas, y de un día para otro, me vi en la calle, llorando por una gilipollas que me había arruinado la vida. Mis amigos me incitaron a denunciarte, pero no conseguí nada, la hipoteca estaba a tu nombre, los pagos también, y yo no podía demostrar que la mitad de esa casa era mía. La verdad es que me daba igual el piso, quería joderte, que no te fueras de rositas después de lo que me habías hecho. Tú, a cambio, me denunciaste porque durante la reanimación había roto una costilla a tu padre y le perforó un pulmón. Te recuerdo en aquel juicio, como si fueras una plañidera, llorando, diciendo que yo había matado a tu padre por despecho. Casi pierdo mi licencia. Me jodiste la vida hasta tal punto, que no quería vivirla.
Cada vez que nos encontrábamos, estabas con una tía distinta. Me mirabas por encima del hombro, y te reías. Varias veces tuve que sujetar a Eva para que no fuera a enfrentarse a ti.
La verdad es que no entendía nada. Supuse que creías que realmente yo era responsable de lo de tu padre, o que estabas deprimida, no lo sé. Creo que nunca lo entenderé.»
Aquella historia me dejó atónita. ¿Cómo podía alguien hacerle tanto daño a la persona a la que había amado durante años? Un nuevo recuerdo vino a mi mente, más bien la continuación de uno que ya tuve. Estaba discutiendo con Susana. Ella me gritaba que era una zorra, que yo había provocado el infarto de mi padre. Yo le respondía que mi padre se había muerto del asco que le producía tener una hija tan inútil como ella, y una mujer que sólo se preocupaba por el qué dirán, que de la única persona que se sentía orgulloso era de mí. Ella seguía, erre que erre, con que yo era la responsable.
– Lo siento.
– Ya da igual, Helena. Todo pasó. Ahora llevo una buena vida. Mi marido es un hombre cariñoso, queremos tener un hijo. Estoy contenta con mi trabajo, y tengo tiempo de ayudar a las personas a salir de un mundo horrible como es el de la homosexualidad.
– ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Si eres lesbiana, eres lesbiana, no hay más. No hacemos daño a nadie.
– Tú me hiciste mucho daño.
– Lo hice, pero esa soy yo, no todos los homosexuales del mundo. Dime que quieres a tu marido al menos la mitad de lo que me quisiste a mí.
– Es distinto.
– No debería serlo, el amor es amor, no importa si eres gay o hetero, es amor. Y tú aún quieres a esa Helena que se hacía fotos contigo en El Retiro, la que te mandaba cartas, la que te llevaba botellas de agua.
– No te quiero, te odio.

Un impulso me llevó a situarme a milímetros de sus labios. Sus ojos se abrieron como platos y comenzó a temblar. La besé, y ella no se resistió, todo lo contrario, subió el tono de aquel beso que, en principio, era una forma de disculpa, para convertirlo en algo más, en un reencuentro. Al final los de la secta tenían razón, el amanecer en el campo te hace renacer, y yo lo hice entre los gemidos, las caricias y los orgasmos que Vero y yo nos brindamos.

About Remendada

No se me dan bien los idiomas, por eso escribo en clave. Estoy descubriendo Twitter, así es que si tienes algo que enseñarme, búscame http://twitter.com/#!/Sremendada
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4 Responses to Olvidando la vida. Capítulo 31

  1. The hunger dice:

    Guaaaaaaauuuu, eso es una disculpa! Me encanta la historia, escribes muy bien, ánimo! Un beso

  2. Si ya sabía yo que habría tema, sólo me confundí en que creí que sería en la tienda de campaña jajaja… ¿se acerca el final? Ohhhh bueno, seguro que inicias otra. Adelante!!!!

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